martes, 5 de mayo de 2009

Mi tierra

Madre,

Infinita fuente de fuerza y de luz, supongo que después de lo vivido no te sorprenderá este pequeño y humilde escrito. ¡Ay! Princesa entre dos aguas, has sido protagonista de las ansias de cientos de bohemios insanos, que detrás de todos sus defectos si tenían una virtud, amarte madre.

Amante infinita de tus hijos, luchadora incansable. Tú, preciosa, la mejor de las mujeres, dulce melodía que susurra entre las olas, eres sal en la tristeza, pasión en tus rutinas, valiente en tus desafíos y bella, bella, reina mora, bella, como no otra. ¿Cuántos se han perdido enamorados de ti, madre? ¿Cuántos han desquebrajado su alma al tener que abandonarte, madre? ¿Cuántos? ¿Cuántos han dejado su vida y su espíritu en poemas, pinturas y escenarios, hablando de ti, madre? Cuantos.

No hay nada comparable a tu alma. Vagué incansable por el mundo, repiré aires no perfumados de azahar, ví cielos sin estrellas, campos sin jilgueros, gente sin sonrisa… anduve por tierras lejanas en busca de aventuras y emociones, y solo encontré una, una madre, la aventura de la nostalgia del paraíso y la añoranza de que mis lágrimas se deslizaran en la arena de tus orillas, porque cada paso que a mi cuerpo alejaba de ti, acercaba mi mente a tu pecho.

Día tras día, pienso en los momentos que viví contigo, en los momentos que lloré y reí, y cada segundo siento más compasión de mis verdugos, pues son grises e insulsos. ¡Ay! Ignorantes...se creen reyes en vida y nunca aprendieron a vivir, a tocar la libertad con las manos, a soñar una incansable mañana, a probar el dulce incorpóreo de la incertumbre, a beber por reír, a llorar por temblar, a amar, a doler, a disfrutar. Madre, gracias por no dejarme ser como ellos, gracias por haberle permitido al viento que acariciase mi pelo, gracias por dorar mi piel con el resplandor de tu mirar, gracias por ese maravilloso don que me diste, sí, ese que me descubre la belleza de la nea, ese don que me hace sufrir al compás de los pasos de mi Dios, ese que me permite morir de placer cuando mi corazón escucha el profundo cantar de una guitarra. Madre, gracias.

Alegre y vivaz te mostraste en tus más tempestuosas tragedias, junto a tus ocho soles. Los echo muchísimo de menos... ¿Cómo estarán? La mayor, la mayor, seguirá como siempre espero, elegante y sobria, pero brillante, brillante en un cielo de olivos. ¡Qué recuerdos! Aún me tiembla el pulso cuando viene a mi cabeza aquel día en el que tu chiquillo escondió a mi primer amor entre las cañas de la playa, le doy gracias a la vida por haberme permitido criarme con esa fuente de salero y gallardía que es tu muchacho, jamás olvidaré como cuidó de mí. Creo recordar que ahora en febrero es el cumpleaños de tu chica ¿no?, en mi memoria está la cantidad de novios que le salían por estas fechas, ¡qué niña esta! Tan alegre como tú. Felicítala y dale un beso a todos los demás de parte de aquella que los quiso tanto.

Libertad, libertad es tu segundo nombre. Cada día, cada luna, a todos nosotros nos enseñaste a ser libres y no de la manera fácil y seca con la que algunos se contentan, nos enseñaste a ser libres a pesar de las cadenas, libres de corazón y de sangre, libres de alma y de espíritu... ¿Cómo darte las gracias madre?

Un poco triste me estoy poniendo y no quiero, porque sé que no te gusta, pero es que un frío aterrador asola mi alma, me atormenta el no poder morir entre tus brazos o luchando por ti o por mis hermanos, como lo hizo aquel que te pintó entre palabras y cuya obra sirvió de pan a espíritus hambrientos como el mío. Me dí cuenta tarde de que esta guerra corresponde a otro soldado, más no es tanto mi pesar, pues he llevado tu corazón por bandera y he intentado acercar tu esmeralda a todas las almas errantes que encontré en mi camino.

Cuando el sol muere bajo los muros de mi jaula y hace aparición la luz blanca más hermosa, mi alma marinera vuelve contigo a jugar entre tus faldas, como antaño madre. No tengo riquezas que ofrecerte princesa, ni glorias que te enorgullezcan, solo un pecado, por el que estoy presa, mi sentimiento de libertad, guardado en este corazón valiente, defendido por mis mejores armas, una espada de tinta y este blanco escudo de papel.

Intensamente respiro con el único objetivo de poder volver a oler tu perfume antes de mi fin. Solo un consuelo me queda madre, pues se que si Dios te puso en la tierra, te tendrá también en el cielo, y esa es mi esperanza, verte a la otra orilla cuando baje de la barca, verte a ti, el vientre donde nací, el primer aliento que exhalé...

Amiga, confidente, reina...el mejor cuadro jamás pintado, musa miliunanochesca de mi inspiración, ya va a nacer el sol, ya llega mi hora, más no te preocupes, porque ya no tengo miedo. Madre ya sabes lo que siento, ya sabes que aunque me fui nunca te olvidé, que siempre te guardé en el lugar más querido de mi alma y que si alguna vez se me concedió el lujo de ser feliz, fue yendo de tu mano. Nada me haría más desdichada que hacerte llorar, no derrames ni una lágrima. Querida, concédeme un último deseo, sonríe, quiero que sonrías con más intensidad que nunca, por favor, quiero que lo último que vean mis pupilas sea el lejano reflejo del resplandor de tu sonrisa...aquella sonrisa.

Tu niña perdida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario