13 de junio de 1992
Querido amigo,
Querido ángel de mi desventura, protagonista de mis desdichas, te preguntarás por qué después de tantos años me dispongo escribirte. Yo, se que ya no tengo derecho a atormentar lo que los días se han encargado de calmar, pero creo que tenías que saber, que el mundo se me hace más grande ahora que no estás, que estoy perdida en su inmensidad y que no encuentro la manera de retomar mi camino. ¿Por qué? Pues ni yo misma lo sé, supongo que porque me haces falta, supongo que porque te quiero, supongo que porque me hundo en la más horrible desesperación cuando miro unos ojos y no veo mi reflejo en tus pupilas, supongo que porque cuando unas manos tocan mi cuerpo siento frío, es más, ya ni siento…
Estar muerta en vida siento, y sí, es cierto, cuando me miras me escondo bajo esta absurda fachada de indiferencia y soberbia, mas tu sabes que soy tuya, que mi corazón es tuyo y que bajo mi pálida piel, que bajo mis agrios suspiros, estas tú. Lo sabes y también sé que todavía sueñas conmigo, que al cerrar los ojos recuerdas mis besos y que deseas, como hacíamos antes, regalar nuestras caricias al espíritu azul de las profundidades.
Hoy vuelvo a aquella playa, a aquel paraíso en el que me resguardabas del frío entre tus brazos, allí, allí donde solo estábamos la arena, el mar… nosotros. Y hoy estoy aquí, ahora el viento acaricia mi pelo, la arena acaricia mi espalda, pero mi pecho ya no escucha tu voz, ni mis manos se estremecen entre las tuyas. Hoy, hoy solo estamos la arena, el mar y yo.
Mi marinero, cuantas veces te oí decir que nuestro amor era tan hermoso como el cantar de las olas…hoy me doy cuenta de que el amor es como las olas y que la tuya rompió en mi vida. Sin embargo, ahora no estás, el tiempo, maldito enemigo, siempre te aleja de mi, ahora duermes en otra playa y yo solo soy ese fantasma gris que vaga inundada de tristeza entre la neblina de tus más dulces y agrios recuerdos.
Mi amor, cada día te echo más de menos, cada día es una agonía, aunque… ya nada importa, pues el tiempo no vuelve y aunque lo hiciese no se pueden cambiar los hilos que tejen el destino, lo sé. Tu inmadurez nos llevó al equívoco y mi orgullo a la amargura. No se puede volar sin alas y eso yo no lo sabia, pensé que poco a poco el vuelo levantaría, que no me hacia falta nadie, que no necesitaba más que mi fortaleza y mi valía. Pero no fue así, se me olvidó que tú eras mis alas, que tu eras mi música cuando bailo, que eras mi sangre, mi alegría, simplemente no me acordé que tu eras mi aliento, mi vida.
Yo no entendía de amores, amor, un juego, simplemente deseo, algo físico y estúpido, una excusa para justificar fracasos. Mas me equivoqué y ahora mis lagrimas por tu ausencia pagan por mi ignorancia. El amor, el amor mueve el mundo, el amor nos hace libres, nos hace esclavos, el amor es simple y complejo, cobarde y valiente, dulce y amargo. He tenido que perderte, he tenido que hacerte llorar, he tenido que desgarrar mis adentros para darme cuenta de que el amor es la danza de las almas, la belleza de las flores maquilladas con rocío, la armonía de las estrellas en la noche oscura, el lenguaje de dos corazones rebosantes de pasión …
Te fuiste, te fuiste y no te lo reprocho, gracias a eso he aprendido a amar, a escuchar los gritos de mi alma que hoy dicta una a una estas palabras. Entiendo que te fueras, fui la que cantaba en tu Odisea, te tuve y te hice sufrir, me ensañé con tu corazón hasta calmar mi ira, iba y venia, con mi casa a modo de burdel, fui egoísta y cruel y no se me ocurre mejor manera de compensarte que no volver a entrometerme en tu camino.
Ella te quiere y me alegra, vuelve y déjate querer, miéntele si le hace falta, nunca le digas que pasó, nunca le digas quien es el complemento de tus ansias, nunca le digas de quién eres. Si algún día lo descubre, di que es solo un cuento, que no has derramado ni una lágrima por nadie y que aquella que gritaba tu nombre solo era una pobre loca.
Tus ojos llevan marcados a fuego mi tormento, pero me consta que te han devuelto la sonrisa y yo no quiero volver a perturbar tu mente, por eso esta carta no te la enviaré, esta carta la leerá únicamente aquel que murmura en todas mis noches contigo, el testigo de nuestro infinito amor, nuestro fiel confidente, el mar.
Amigo, querido Ulises, no quiero que me compadezcas, como ya te he dicho el destino es el destino, y el mío es llorar por ti, marinero. Me voy contigo, mi leal azul, a cantar como buena sirena, la amargura de mi alma, a tus inmensidades libertinas y profundas... mi mar, nuestro mar.
Siempre tuya.
Te esperaré al otro lado de
nuestro horizonte…Te quiero.
Tu sirena.
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