sábado, 25 de abril de 2009

Acción, reacción y política del menor

Acción, reacción y política educativa

No hace muchos años, los niños temían el ir al colegio, eran agredidos por los profesores que se ocultaban bajo la indulgencia del lema “la letra con sangre entra”, luchamos por acabar con esa, una de tantas, injusticias, y ¿qué hemos conseguido? Ahora hemos hecho que el péndulo de la disciplina se pare justo en el otro extremo, hemos dejado a los profesores sin ningún arma para ejercer su trabajo, desnudos ante los caprichos y los actos inconscientes de personas que no tienen formada su voluntad ni su criterio.

No estoy defendiendo la violencia, ni muchísimo menos, la infancia es un tesoro que posee la sociedad, es una de esas pocas palabras que en esta realidad comercial e hipócrita todavía conserva sus connotaciones más tiernas. Pero, es que con esta desacreditación de la autoridad del profesor lo único que se consigue, a los hechos me remito, es indisciplina, bajo rendimiento escolar, niños caprichosos y mimados, niños que están perdiendo su inocencia porque se dan cuenta de que si son listos pueden hundir a una persona.

Diez veces el profesor regaña al alumno, y este no para de molestar al resto, interrumpe las clases constantemente, no permite avanzar en las explicaciones y como consecuencia retrasa al resto de los compañeros, y, por si esto fuese poco, se dedica a incordiar a otro niño más bajito, tímido y que, desgraciadamente, está bien educado y se calla. ¿Quién pierde aquí? Perdemos todos, incluso el insoportable, porque vamos a crear una sociedad de incultos e incapaces que se creen dueños del mundo y, trágicamente, es cierto solo aquello que se cree como tal.

No digo que ha este chico halla que darle una bofetada ni el mítico “cachete”, pero es que si le coges la cara o el brazo, para que te mire, o el das un triste golpecito en el hombro o la cabeza, simplemente con el fin de captar su atención, puedes acabar en la cárcel por maltrato a un menor, y es que en esta dictadura de lo políticamente correcto en la que vivimos vale más la palabra de un niño malcriado que de un adulto, y no hay que olvidar nunca que el niño es un niño y que no sabe que lo que puede decir o hacer tiene consecuencias, en ocasiones, muy graves.

La solución está en el ámbito del hogar, indudablemente, a un niño hay que hacerle caso y si se queja repetidas veces o llega con marcas, ir a hablar con el responsable, pero hay que tener educación, consultar a ambas partes por separado y no dar lugar, en ningún momento, a que el niño se sienta dueño de la situación, porque ese trono, por estatura, le viene grande.

Irremediablemente, como ya he dicho la solución está en casa, y ahí no hay política educativa que valga o ¿si? Creo recordar que no hace mucho tiempo, condenaron en Granada a una madre por darle a su hijo, el cual se estaba portando mal, con una zapatilla. El niño protestó, él quería estar con su madre, por razones evidentes, sin embargo, la pobre mujer, a la cual solo le movía el ánimo de corrección, el ánimo de hacer de él un hombre íntegro, se vió encarcelada.

Para cerrar, quiero concluir reiterando mi defensa a la no-violencia, pero es que eso no es violencia. Un profesor vocacional puede querer a sus alumnos como si fueran sus hijos y estoy seguro que muchos darían lo que fuese por evitar que estos sufriesen algún daño, pero no hay que olvidar que ellos están desempeñando una función, que trabajar con niños o con adolescentes es muy complicado y que el único arma que tiene el educador para enseñar es la autoridad, démosela si queremos un mañana con gente preparada, respetuosa de su prójimo y que puedan convivir en paz. Espero que este pequeño escrito, aporte mi granito de arena a esta causa y que consigamos viajar al punto medio de la trayectoria del péndulo que rige la política de protección al menor, porque nos estamos convirtiendo en juguetes de pequeños tiranos, que, lo peor de todo, no saben el daño que hacen.

No hay comentarios:

Publicar un comentario